Foto: Archivo General de la Nación.

Rewilding en la Argentina: El Proceso de Defaunación Histórica

11 de marzo de 2022 | Rewilding Argentina

Nota editorial: a continuación, compartimos un extracto del libro Rewilding en la Argentina (Sebastián Di Martino, Sofía Heinonen, Emiliano Donadio, 2022). Rewilding en la Argentina cuenta la historia del rewilding como estrategia de conservación, cómo lo llevamos adelante en Proyecto Iberá, y nuestra visión del rewilding para la Argentina y Sudamérica. El libro podrá descargarse gratuitamente desde nuestra página web a partir del 20 de marzo, el Día Mundial del Rewilding.

En el territorio que hoy ocupa Argentina, el proceso de defaunación no se agotó con la extinción de la megafauna pleistocénica, causada por los primeros pobladores americanos trece mil años antes del presente. En verdad, este proceso se profundizó hace quinientos años con la colonización europea y la importación de sus avances tecnológicos como las armas de fuego, los perros como auxiliares en la caza, la ganadería a gran escala y el caballo como medio de transporte. Los colonizadores europeos diezmaron a los descendientes de los primeros habitantes de América y causaron reducciones catastróficas en los grandes vertebrados incluyendo herbívoros, carnívoros y frugívoros, que habían sobrevivido al primer proceso de defaunación y aún abundaban en la región. 

Las distribuciones históricas (es decir, el lugar geográfico) de estas especies que sufrieron el impacto de los colonizadores se infieren especialmente a partir de restos en yacimientos arqueológicos y de algunas crónicas de religiosos y militares que se aventuraron tempranamente más allá de los incipientes poblados que se fundaban en lo que más tarde sería Argentina. Los naturalistas, más formados y meticulosos, llegaron después, en su mayoría durante el siglo XIX cuando las retracciones, o incluso extinciones regionales de algunas especies, ya habían ocurrido. Como ejemplo, valga transcribir un párrafo del diario del naturalista Félix de Azara escrito el 20 de enero de 1784 cuando recorría el sudoeste de la provincia de Corrientes: “desde la Bajada de Santa Fe hasta aquí anduvimos mucho entre bosques, o no lejos de ellos, todos de algarrobos y espinillos. De su disposición y de los raigones que retozan se infiere con bastante fundamento que todos estos países han sido, no ha mucho tiempo, un bosque continuo que las quemazones han destruido y en breve acabarán con lo que queda […]. Donde vive el hombre, ni árboles, ni plantas, ni animales quedan”.

Aunque en nuestro territorio en tiempos históricos no se extinguieron globalmente grandes vertebrados (con la excepción del zorro de Malvinas y probablemente el guacamayo violáceo), los colonizadores redujeron notablemente las poblaciones de numerosas especies, las cuales tenían hasta hace unos cientos de años distribuciones amplísimas en comparación con los territorios que ocupan actualmente. Por ejemplo, el guanaco se encontraba en los pastizales y montes del Chaco, el yaguareté extendía su distribución hasta al menos el norte de la Patagonia, el tapir y el pecarí labiado llegaban hasta el delta del Paraná, el huemul ocupaba en algunos sectores las costas del mar Argentino, el aguará guazú habitaba los bañados del Atuel en La Pampa, el tatú carreta y el oso hormiguero gigante se observaban en Córdoba, el pecarí de collar alcanzaba las márgenes del río Negro, el huillín llegaban hasta el Atlántico en la zona de Viedma y el venado de las pampas habitaba todo el norte y centro de Argentina hasta el este de Chubut. Pero no solo la fauna nativa padeció al colonizador: varias especies de árboles, entre ellas el quebracho colorado, el alerce y el palo rosa, sufrieron fuertes reducciones en su abundancia y distribución.

Así, los colonizadores europeos agudizaron notablemente el proceso de defaunación iniciado por los primeros habitantes de Sudamérica varios miles de años atrás, durante el período Pleistoceno. Ya a principios del siglo XX los ecosistemas naturales del cono sur exhibían graves problemas estructurales y funcionales como resultado de la desaparición de muchas de sus grandes especies de vertebrados que tenían roles claves en esos ecosistemas.

En la actualidad Argentina es, junto con Uruguay, el país con más pérdida de especies de fauna de Sudamérica. Quizás contribuyó a esto su relieve mayormente plano y la predominancia de ambientes naturales abiertos como pampas y estepas. Incluso los sitios que valoramos como bien conservados como los parques nacionales están mayormente defaunados: en las selvas de montaña del Parque Nacional El Rey falta el yaguareté; en los ríos y arroyos del Parque Nacional Iguazú falta la nutria gigante; en los pastizales del Parque Nacional El Impenetrable falta el guanaco; en los bosques y estepas del Parque Nacional Lanín falta el huemul. El listado puede abarcar a muchas especies clave en prácticamente todos y cada uno de nuestros parques nacionales o provinciales y es raro encontrar un ejemplo que conserve su ensamble original de grandes mamíferos, aves o reptiles. Estos ambientes considerados muchas veces prístinos están en realidad degradados, empobrecidos y parcialmente “vacíos” de fauna debido a procesos de extinción ocurridos en tiempos históricos y que hoy continúan operando.

Lamentablemente el proceso de degradación no se detuvo con la desaparición de las especies clave de los ambientes naturales argentinos sino que continuó profundizándose luego con la revolución industrial, que impactó sobre los ya empobrecidos ecosistemas de nuestro país, en especial a partir de la segunda mitad del siglo XX. En efecto, la ganadería y agricultura intensivas, las industrias minera e hidrocarburífera y la construcción de grandes represas hidroeléctricas, entre otros, redujeron significativamente la extensión de los ambientes naturales, fragmentándolos y aislando las poblaciones de las especies que aún subsistían en ellos. Regiones naturales como la selva misionera, la selva de yungas, los bosques chaqueños y del espinal, defaunados pero aún en pie en muchas regiones, comenzaron a ser arrasados. Esta última crisis de pérdida de biodiversidad, comparable a los eventos de extinción masiva ocurridos hace millones de años, daba lugar, como en otras partes del mundo, al Antropoceno. 

El término Antropoceno se utiliza para definir una nueva era geológica en la cual los procesos climáticos, hidrológicos, geológicos y biológicos de la tierra resultan alterados por la actividad humana. Existe consenso en señalar el inicio del Antropoceno en el año 1950 cuando se detecta una notable aceleración de los impactos humanos en la Tierra y, si bien el término no ha sido reconocido por la Unión Internacional de Ciencias Geológicas, su uso es frecuente en la literatura científica actual.

El panorama es desalentador pero al mismo tiempo en Argentina tenemos una enorme potencialidad para restaurar nuestros ecosistemas a través del rewilding. Gozamos de un sistema de parques nacionales relativamente bien consolidado y con posibilidades de expandirse, a la vez que poseemos los conocimientos y tecnologías para traer de vuelta las especies perdidas. Solo falta tomar la decisión de dar escala a procesos de rewilding como el realizado en Iberá para volver a convivir con una naturaleza completa, funcional, vibrante y bella, con economías que se basan en ecosistemas naturales en buen estado de conservación.

ACERCA DEL AUTOR

Fundación Rewilding Argentina

Trabajamos para revertir la crisis de extinción de especies.